Desde el nacimiento, nuestro organismo dispone de un cierto número de dispositivos que le permiten defenderse contra las agresiones exteriores y los agentes patógenos que se introducen en nuestro cuerpo: es lo que se llama inmunidad innata (1).
Transmitida por millones de años de evolución y por las defensas de la madre durante la gestación, esta inmunidad está compuesta por varios tipos de células y de proteínas. Macrófagos, neutrófilos, monocitos, células dendríticas, citoquinas, interferones, etc. son sus principales agentes. Y, sobre todo, la inmunidad innata no depende de los agentes infecciosos: esta no está especializada.
Por otra parte, a lo largo de nuestra vida, nuestro organismo está enfrentado a diferentes agentes infecciosos y aprende a defenderse específicamente contra estos últimos: es la inmunidad adquirida, o adaptativa.
Los agentes principales de esta inmunidad adquirida son los linfocitos B, que secretan anticuerpos, los linfocitos T CD8+, que destruyen las células infectadas y los linfocitos T CD4+, llamados auxiliares, que estimulan a los linfocitos B.
Concretamente, cuando el cuerpo encuentra un agente infeccioso, la inmunidad adquirida va a permitir producir anticuerpos específicos, más eficaces contra este agente infeccioso, y sobre todo células de memoria. Estas últimas se alojan en la médula ósea y en caso de nuevos contactos con el agente infeccioso, se van a transformar muy rápidamente en linfocitos T citotóxicos. Esta estrategia de defensa ofrece una mayor reactividad y una mayor eficacia al organismo en caso de una nueva infección.
El principio de la vacunación se apoya de hecho en la inmunidad adquirida para permitir al organismo disponer de las defensas necesarias en caso de infección real. Y esto, ya sea confrontándolo al patógeno neutralizado (por tanto, no peligroso, pero que presenta las mismas características) o a una de sus proteínas, o confrontándolo al ARN mensajero del agente patógeno (2).
Pero este sistema complejo es frágil: estrés oxidativo, envejecimiento, patologías diversas, etc. pueden generar fallos del sistema inmunitario. Afortunadamente, hay complementos alimenticios diseñados para ayudarlo y así contribuir al buen funcionamiento de las defensas de nuestro organismo. Presentamos 5 de estos que son de los más eficaces.
La vitamina D estimula por una parte la expresión y la secreción de los péptidos antimicrobianos por los monocitos/macrófagos, lo que contribuye a las defensas de las mucosas, pero por otra, también la síntesis de las citoquinas antiinflamatorias inhibiendo a la vez la síntesis de las citoquinas proinflamatorias (3).
Muchos otros estudios han podido demostrar que un déficit de vitamina D está a menudo correlacionado con un aumento de las infecciones respiratorias y, al contrario, que la toma de suplementos de vitamina D ayuda a reducir estas infecciones (4).
Así es como la Revue du Praticien recomendaba en 2020 una toma generalizada de vitamina D, aduciendo que esta última era ”sencilla, eficaz, sin peligro y económica” (5).
Especialmente porque la vejez, la obesidad y la falta de sol invernal en nuestras latitudes generan globalmente una carencia relativa en vitamina D.
Por tanto, como la vitamina D contribuye al funcionamiento normal del sistema inmunitario, ¡no dude en optar por un complemento de vitamina D3 de 5.000 UI o por un spray de vitamina D3 de 2.000 UI para abastecerse para el invierno!
Hongo utilizado desde hace milenios en la medicina tradicional china y la medicina tradicional japonesa, el Ganoderma lucidum, más conocido con el nombre de reishi ha experimentado desde los años 70 un aumento de interés por todo el mundo, desde que se ha hecho posible su cultivo (6).
Así pues, varios estudios han permitido mostrar que probablemente el consumo de reishi provoca un aumento probable del número de linfocitos citotóxicos naturales, agentes de la inmunidad innata y probablemente ayuda a mantener un nivel normal de linfocitos T CD4 y CD8 (7).
Según los investigadores, son los polisacáridos específicos del reishi los que tendrían esta acción de estimulación de la inmunidad innata. En efecto, la Unión Europea ha financiado recientemente un extenso estudio que implica a investigadores de institutos universitarios y del sector agroalimentario y farmacéutico para comprender los mecanismos que relacionan a los polisacáridos no digeribles con sistema inmunitario (8).
Estas investigaciones han permitido evidenciar que estos polisacáridos activan ciertos genes relacionados con la inmunidad y estimulan ciertas bacterias específicas del colon, con efectos beneficiosos para la salud.
Para aprovechar los beneficios del reishi relacionados con los de otros hongos, usted puede incluso optar por una fórmula sinérgica que combina varios extractos de hongos ecológicos : reishi, shiitake, chaga, cordyceps, etc. (por ejemplo, con la fórmula Organic MycoComplex).
Oligoelemento esencial, es decir, aportado necesariamente al organismo por la alimentación, el zinc contribuye a numerosos procesos entre los que se encuentra el crecimiento, las funciones neurológicas y la inmunidad (9).
En realidad, para verificar los efectos del zinc en el organismo, unos investigadores han probado antes que nada los efectos de la carencia de zinc. Estos han descubierto que el déficit de zinc es el que estimula las inflamaciones, provocando una activación inadaptada de las células inmunitarias. Estas últimas, en vez de combatir la inflamación, la agravan (10).
Los mismos investigadores también han descubierto que la inflamación crónica, uno de los fallos inmunitarios más extendidos en las personas mayores, está directamente correlacionada con una carencia de zinc.
Por tanto, el zinc contribuye al funcionamiento normal del sistema inmunitario y está recomendado en complemento alimenticio, especialmente para las personas mayores así como para los veganos. Hay que decir que el zinc está particularmente presente en las proteínas de origen animal.
Para asegurar un aporte importante de zinc a su organismo, opte por un complemento en una forma de zinc altamente biodisponible, como el zinc orotate.
Si bien están las vitaminas y los oligoelementos esenciales, también hay numerosas plantas, convertidas en complementos alimenticios, que contribuyen a estimular las defensas del organismo contra los agentes exteriores y a mantener la resistencia física y mental.
Este es el caso por ejemplo delastrágalo que, como el reishi, procede de la farmacopea tradicional china y contiene una cantidad importante de polisacáridos no digeribles (11). En SuperSmart, nosotros aconsejamos tomar la raíz entera del astrágalo en forma de extracto hidroglicerinado y líquido, que hay que diluir en un vaso de agua (ese es el caso de Astragalus Extract).
El ginseng, también utilizado en la medicina tradicional china, contribuye a estimular el sistema inmunitario y a mantener la vitalidad gracias a sus ingredientes activos llamados ginsenósidos, unas saponinas con un poder altamente antioxidante (12). Elija por tanto un complemento con un alto contenido en ginsenósidos (como Ginseng 30%).
Finalmente, la equinácea, planta de la familia Asteraceae, es conocida por contribuir a estimular las defensas naturales del organismo y por aliviar la garganta (13). Por tanto, también es un excelente aliado para el invierno (por otra parte, este es el ingrediente clave de la fórmula Immunity Booster).
Auténtico remedio de abuela, dado que se utiliza desde hace mucho tiempo para combatir las afecciones del invierno, la vitamina C es, en efecto, uno de los principales aliados de su sistema inmunitario.
Aportada necesariamente por la alimentación, la vitamina C es un potente antioxidante, por tanto, ayuda a combatir el estrés oxidativo de las células, pero es también un cofactor de biosíntesis y de regulación de los genes (14).
Su acción antioxidante contribuye a reforzar las defensas naturales de las células, pero, además, esta se almacena en los glóbulos blancos, mejorando así su poder de destrucción de los microbios. Y todo esto, favoreciendo a la vez la apoptosis (la destrucción) de las células demasiado viejas y/o disfuncionales (15-16).
Al igual que en el caso del zinc, evidentemente se ha descubierto que las carencias de vitamina C están correlacionadas con un número mayor de infecciones. También se ha descubierto que las infecciones tenían tendencia a bajar el nivel de vitamina C en el organismo, provocando así un círculo vicioso.
Por tanto, nuestras abuelas tenían razón: la vitamina C contribuye al funcionamiento del sistema inmunitario. Así que conviene consumir suficientes verduras y frutas crudas, en todas las estaciones (en particular col blanca y lombarda, muy ricas en vitamina C). Los complementos de vitamina C cualitativos también son bienvenidos para reforzar sus aportes (como Triple C).
Referencias
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