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La conversación sobre el cáncer que usted desearía haber leído antes

Alimentación, impacto del estrés, posibles causas de las mutaciones, explicación de los fenómenos… Dos interlocutores exploran en profundidad los lugares escondidos del cáncer.

Dos personas hablan sobre el cáncer

Una de mis amigas acaba de enterarse de que tiene cáncer de mama. Tiene 44 años, deportiva, vegetariana… Es terrible. Perdió a su marido en un accidente de coche el año pasado y me pregunto si ésa es la razón…

Siento mucho lo de tu amiga. Es verdad que ese acontecimiento traumatizante no la ha ayudado, pero debes saber que ése no puede ser la causa de su cáncer … El tumor que los médicos han podido detectar en su mama contiene como mínimo mil millones de células . Sin embargo, al principio, cuando comenzó todo, sólo había una. Una única célula cancerosa que se ha dividido en dos células cancerosas idénticas, produciendo éstas mismas cuatro células, luego ocho, dieciséis, treinta y dos y así sucesivamente hasta mil millones de células.

Para pasar de una célula a mil millones, es preciso que la operación de “división celular” se repita 33 veces. Es una operación muy costosa en energía y eso puede llevar mucho tiempo: para una célula de la mama, se calcula que son necesarios aproximadamente 4 meses. Si hacemos un simple cálculo, vemos que la primera célula cancerosa estaba ya hace 132 meses por lo menos (4 meses x 33), es decir ¡más de 10 años! …

¿Hace más de 10 años? ¿A la edad de 34 años? ¿Pero por qué? ¿Por qué tan joven?

Sabes, tener un cáncer, es algo así como “ganar” la lotería. Evidentemente nadie desea ganar esta lotería, pero a pesar de ello todo el mundo juega a ella. Cada día, recibimos un billete que nos da una probabilidad de ganar este premio funesto: la aparición de esta famosa célula cancerosa. Las probabilidades son ínfimas, pero siempre hay ganadores, porque somos muchos y volvemos a jugar cada día de nuestra vida.

Así que esto se debería únicamente a … la mala suerte?

No, no había terminado mi razonamiento. De hecho, esta lotería es un poco especial: no todo el mundo recibe el mismo número de billetes para ganar. Las personas que fuman, por ejemplo, reciben más billetes que los demás. Las personas que se exponen a menudo al sol, sin protección, o las que no duermen lo suficiente también reciben más billetes que las demás. Eso no quiere decir que esas personas vayan necesariamente a ganar un día, sino que aumentan sus probabilidades de ganar la apuesta en relación con las personas que sólo tienen un billete. Algunas personas tienen una cantidad enorme de billetes porque acumulan muchos factores de riesgo de cáncer como la obesidad, el sedentarismo, una mala alimentación, un consumo demasiado elevado de alcohol, tabaquismo… Y con tantos billetes, a menos que uno tenga mucha suerte (y eso pasa), es pura estadística: se acaba por ganar. También hay que precisar que de un 5 a un 10 % de los cánceres de mama tienen un origen genético: sin saberlo, algunas personas reciben muchos más billetes que otras sin exponerse a factores de riesgo.

Desgraciadamente, es perfectamente posible ganar esta lotería teniendo pocos billetes. Puede que sea eso lo que le ha pasado a tu amiga…

¿Cómo y cuando aparece un cáncer? 

Sí, yo también lo creo. Ella vivía de una manera tan sana … Pero ¿cómo ha podido pasar esto exactamente? ¿Qué pasó hace 10 años cuando apareció la primera célula cancerosa?

En primer lugar debes saber que nuestro cuerpo contiene más de un millón de miles de millones de células. Sin embargo, al principio, éste sólo contenía una, exactamente igual que el tumor de tu amiga. La primera célula, es el resultado del encuentro entre un espermatozoide y un ovocito durante la fecundación. Esta primera célula se ha dividido, ha dado lugar a dos células, que a su vez han producido cuatro células y así sucesivamente hasta formar un ser multicelular completo y complejo.

Complejo porque las células no hacen más que dividirse: éstas se especializan en función de su lugar en el organismo, asumen responsabilidades, adoptan una forma particular. Las células de los pulmones no se parecen realmente a las células de la sangre (glóbulos), ni incluso a las células del cerebro o a las del hígado. Cada una tiene una forma precisa y funciones específicas.

Pero ¿qué es exactamente una célula?

Es una especie de “bolsa plástica” que transporta material para dividirse y asegurar su función. El contenido de las bolsas plásticas varía en función del tipo de célula. Los glóbulos no contienen gran cosa porque deben dejar espacio para la hemoglobina que transporta el oxígeno hasta las células del pulmón. En cambio, las células del hígado contienen numerosos materiales necesarios para la desintoxicación permanente del organismo: son auténticas fábricas bioquímicas.

¿Y qué hace vivas a estas “bolsas”?

Se dice que están vivas porque son capaces de fabricar un montón de cosas formidables a partir de “libros de recetas” que éstas transportan consigo. Estos “libros de recetas” son los genes . Están ordenados en bibliotecas que se denominan cromosomas. Y las recetas no están escritas en papel, sino en filamentos muy finos que se denominan ADN (Ácido desoxirribonucleico). Si se pusieran estos filamentos contenidos en una sola célula de un extremo al otro, se obtendría una longitud de más de 4 metros.

Las recetas no están escritas con nuestro alfabeto, sino con un alfabeto mucho más sencillo que se denomina código genético . Solo hay 4 letras en este alfabeto, pero las frases de las recetas pueden ser muy largas, y por tanto las posibilidades son infinitas. Gracias a estas recetas puede dividirse una célula. Cuando ésta recibe la señal adecuada, elige las recetas más adecuadas para lograrlo y las aplica. Minuciosamente. Hay recetas que permiten la fabricación de “materiales de construcción” como las proteínas, otras que permiten ensamblar correctamente estos materiales e incluso hay otras que permiten hacerlos inaccesibles. Estas últimas recetas son un poco especiales: responden a “genes interruptores”. Son recetas muy importantes que impiden que la célula acceda a ciertas recetas en periodos precisos de su vida.

Acuérdate de lo que decía hace un momento: las células utilizan recetas especiales para dividirse y formar un ser multicelular entero. Pero una vez que el crecimiento del ser vivo ha finalizado, la receta que permite dividirse ya no tiene realmente interés para la célula. Puede incluso ser peligrosa: imagínate que una célula de pulmón continuase aplicándola ¡ésta se dividiría indefinidamente y acabaría por deformar totalmente el pulmón! Por eso hay recetas que permiten “bloquear” otras recetas, en el momento en que las células ya no las necesitan. Estos libros de recetas siempre están presentes en algún lugar de la biblioteca, pero ya no se pueden abrir, como si hubiese un cerrojo que lo impidiera.

Con la salvedad de que, en ciertas emergencias, es imperativo poder consultar de nuevo estas recetas. Cuando te caes y te rasguñas la piel, por ejemplo, es necesario que las células se dividan para reemplazar a las células muertas o a las que están dañadas. Por tanto, hay también otro tipo de recetas que permite consultarlas en caso de urgencia (fractura, herida y células al final de la vida), forzando el cerrojo. La consulta excepcional de estas recetas está dirigida por recetas que se denominan genes antioncogenes.

Todo esto está organizado en la célula de manera muy sutil. Si de repente los genes interruptores o los genes antioncogenes hicieran cualquier cosa, la célula tendría repentinamente acceso a recetas peligrosas. Son los guardianes de la biblioteca: un solo paso en falso por su parte, y la célula puede hacer cualquier tontería. El cáncer es eso, se produce cuando hay alguna cosa que ya no funciona en los genes interruptores y en los genes antioncogenes.

Causas y posibles orígenes del cáncer

¿Pero de dónde proviene este fallo? ¿Por qué, de repente, esto funciona mal?

Para leer estas recetas, lo he dicho hace un momento, las células utilizan un alfabeto de cuatro letras. Estas descifran frases enormes que consisten en una serie de letras pegadas unas tras otras en un orden muy riguroso. De este orden depende, en efecto, el sentido de la frase, y por tanto de la receta.

Si reemplazamos las “n” de una receta de cocina por cualquier letra de nuestro alfabeto, estoy seguro de que lograrás comprender la receta a pesar de eso. Pero con el código genético, al menor cambio de letra, una inversión o una supresión, por ejemplo, el sentido de la frase puede ser completamente transformado. La célula ya no lee las indicaciones correctas. Entonces pueden pasar dos cosas: o bien la célula deja de seguir la receta porque ésta ya no conduce a nada, o bien ésta continúa con las instrucciones incorrectas y fabrica un material defectuoso, no conforme con las instrucciones iniciales. ¡En los dos casos, esto puede ser catastrófico!

Si se trata de una receta que permite bloquearlo o de consultarlo con otros – como los genes interruptores – esto puede ser incluso catastrófico. La célula puede hacer exactamente lo contrario de lo que se recomendaba: dejar una receta a disposición de la célula mientras que era necesario a toda costa dejarla bloqueada. Para decirlo claramente, una célula puede encontrarse repentinamente con la capacidad de dividirse de nuevo cuando ésta ya no tenía acceso a la receta para hacerlo desde hacía mucho tiempo.

¿Por qué habría de repente errores en los “libros de recetas”?

Ahora iba a hablar de ello. Para ejercer todas estas funciones, las células necesitan energía. Mucha energía. Y si los coches funcionan a pleno rendimiento con gasolina para avanzar, las células funcionan con azúcar y oxígeno. Así pues, cada célula dispone de pequeñas fábricas que permiten “quemar” el oxígeno y el azúcar para sacar energía de éstos. Este mecanismo tan ingenioso, por mucho que haya sido inventado hace cientos de millones de años, no es perfecto.

La “combustión” del oxígeno en las células va acompañada de una liberación de partículas muy peligrosas en toda la célula. Esas partículas son como bolitas de acero que propulsarían a toda velocidad en la célula con ayuda de una palanca de Flipper. Se dirigen a todas las direcciones, golpeando todas las estructuras de la célula, incluidas las membranas – que las retienen prisioneras – y el genoma que contiene las famosas recetas.

Estas colisiones pueden ocasionar daños en las proteínas y en los ácidos grasos que constituyen la membrana. Pero son temporales: la célula es capaz de volver a fabricar todo este pequeño mundo bastante rápidamente. Gracias a los libros de recetas de la biblioteca. Imaginemos ahora que estas bolitas chocan contra estos libros que sirven para la fabricación de todos estos elementos. ¿Qué pasaría? Éstas suprimirían partes de la receta o invertirían letras, párrafos. Con consecuencias tan imprevisibles como peligrosas: ¿se podrá seguir leyendo y seguir la receta correctamente?

Esto es lo que pasa en este momento mismo en nuestras células: unas bolitas oxidativas chocan contra nuestras estructuras de manera totalmente aleatoria.

¿Entonces quiere decir esto que desde el nacimiento comienzan ya los daños?

Sí. Pero el organismo ha previsto el golpe: éste fabrica permanentemente compuestos capaces de “bloquear” estas bolas de acero. Son los antioxidantes de los que tanto se habla en los medios. Éstos actúan como “chaleco antibalas”, se sacrifican para evitar que las bolas choquen contra estructuras celulares.

¿¡Pero hay una guerra permanente en nuestras células!? ¿Y son suficientemente eficaces esos antioxidantes? Yo hago la pregunta, pero sé muy bien que no…

En situaciones normales, éstos son muy eficaces. El organismo los fabrica continuamente, y también es capaz de utilizar los que encuentra en la alimentación, como la vitamina C, la vitamina E y los flavonoides. En otras palabras, que si la alimentación es buena y el organismo dispone de todo lo que necesita para fabricar sus propios antioxidantes, las bolas oxidativas son relativamente bien neutralizadas.

En cambio, en situaciones anormales, cuando las células son bombardeadas permanentemente, y la alimentación es mala, los antioxidantes no son suficientes en absoluto y las colisiones se multiplican. A esta situación de desequilibrio se la denomina, estrés oxidativo . Y el gran problema es que esta situación, anormal en un principio, se hace cada vez más “normal” …

¿En qué casos puede aumentar el número de estas “bolas”?

Hay muchas situaciones que conducen a un aumento drástico de estas bolas. El humo de cigarrillo, el alcohol, los rayos del sol, los pesticidas y el amianto, todos aportan un número considerable de estas bolas en nuestras células. El número de bolas también aumenta cuando se está estresado, cuando no se duerme lo suficiente, cuando se tiene sobrepeso o cuando se come mal.

A veces, lo que disminuye es el número de antioxidantes “antibalas”, por ejemplo, cuando se come mal o cuando se envejece. Cuanto más pasan los años, menos eficaz es nuestra producción de antioxidantes.

En los dos casos – el aumento del número de bolas o la disminución del número de antioxidantes – el resultado es el mismo: hay un exceso de bolas y el riesgo de mutaciones aumenta.

Comprendo. Y el cáncer se produce cuando una de estas mutaciones afecta a una receta muy “sensible”.

Todavía no. ¡En esta etapa, nuestro organismo sigue disponiendo de recursos para evitar lo peor! Si por mala suerte, las colisiones provocan “mutaciones” en genes muy importantes como los genes interruptores, la célula tiene dos estrategias.

La primera consiste en desplegar permanentemente una “patrulla” que controla el estado de nuestras recetas. Esta “patrulla” inspecciona el estado de los filamentos de ADN (Ácido desoxirribonucleico) comparando las letras que tienen éstas ante sus ojos con una “fotografía” reciente de las mismas letras, y desde el momento en que ésta detecta un error, corta el filamento, lo tira, sintetiza uno nuevo de estos y lo vuelve a pegar correctamente. Es una policía que no descansa. ¡Pero está más dotada para detectar los errores que para repararlos! Y de vez en cuando sucede que éstos no transcriben la letra correcta.

Por esta razón la célula está dotada de un segundo sistema de control. En caso de que se produjera un error, ésta ha previsto una receta diabólica en su biblioteca que consiste simplemente en hacer “explotar la casa”. La receta – que se denomina apoptosis – conduce a grandes rasgos a la fabricación de un botón que se pulsa para hacer explotar a la célula. Morir antes que hacer correr un riesgo a la sociedad. ¡El suicidio altruista! Y uno no se da cuenta de nada: ¿qué es una célula matada frente a los millones de células saludables?

¡Estas técnicas parecen infalibles! ¿Dónde está el problema?

Efectivamente, éstas son prácticamente infalibles. Prácticamente, ahí está el problema. Dado que somos víctimas cada día de millones de mutaciones en nuestros millones de miles de millones de células, que vivimos actualmente más de 80 años, es decir más de 29.000 días, no nos podemos permitir tener un sistema prácticamente infalible.

Las probabilidades de que una mutación crítica se produzca a la vez que un fallo de los demás sistemas (el botón explosivo no se activa) son ínfimas, pero estadísticamente, suceden varias veces en una vida. Y basta con una vez …

¿Varias veces en una vida? ¿Quiere esto decir que en ciertos casos nuestro organismo tiene todavía recursos para impedir el cáncer?

Cuando aparece una célula cancerosa, se dice que es “la iniciación”. Pero se está muy lejos de poder hablar de cáncer. La célula cancerosa que acaba de aparecer debe dividirse para producir dos células, las cuales a su vez producirán cuatro células cancerosas y así sucesivamente. Este proceso de división no es tan fácil. Para duplicar su material genético y celular, una célula debe disponer de reservas de energía considerables, lo que implica tener acceso fácilmente al oxígeno y a los azúcares. ¡Ahora bien, como estas células no están previstas por el organismo, no están integradas en las vías de circulación de los vasos sanguíneos! Al principio, éstas salen del paso “robando” alimentos a células sanas vecinas. Pero cuando el amasijo de células cancerosas se hace voluminoso, esta técnica ya no es posible. En ese momento, el tumor naciente muere la mayoría de las veces asfixiado.

Entre un 40 y un 45 %
de los hombres y de las mujeres estarán afectados por un cáncer a lo largo de su vida.

Pero, de nuevo, lo que sucede es que se produce una mutación improbable y permite que la célula reactive otro gen bloqueado. Esta reactivación imprevista permite a la célula exigir ser integrada en el sistema de circulación de los vasos sanguíneos. Para ello, la célula secreta sustancias capaces de provocar el crecimiento de nuevos vasos sanguíneos en su dirección. ¡Algo así como si ésta desviara vasos sanguíneos con ayuda de tuberías!

Increíble… ¿Y las células vecinas no se dan cuenta de nada? ¿Y nuestro sistema inmunitario?

Bueno, esto es también increíble. Normalmente, nuestro sistema inmunitario es capaz de atacar a todo lo que no es reconocido como perteneciente al individuo o que no va por el “buen camino”. Unos guardias de fronteras denominados “macrófagos” están encargados de cortar a los intrusos y a los disidentes en trozos. Seguidamente, éstos muestran estos trozos a células inmunitarias denominadas “linfocitos” y les enseñan a perseguirlos. ¡Cada día se dan cientos de alertas a través de este modo operativo! ¡Y entre estas alertas, figuran precisamente células cancerosas! Nunca se nos pone al corriente, pero nuestro sistema inmunitario hace fracasar comienzos de tumor regularmente.

En ese momento es cuando pueden producirse nuevas mutaciones. Ya empieza a darse una idea de cómo funciona … Ciertas células cancerosas pueden adquirir una técnica de camuflaje totalmente insólita: se recubren de una especie de pegamento sobre toda la superficie de la membrana, lo que va a provocar la adhesión de desechos celulares de todo tipo a incluso directamente de pequeñas células sanas. Y en estas condiciones, ¡éstas pasan completamente desapercibidas, ante las narices de los “guardas de fronteras!

Las más frágiles son detectadas, pero basta con que una sola célula se cuele entre las mallas de la red – una célula más “astuta” que las otras – para que pueda dividirse de incógnito en varias células igualmente dotadas para el camuflaje. Ciertas células cancerosas astutas lo hacen de otra manera; éstas adquieren la sorprendente capacidad de dormir a los macrófagos y a los linfocitos, secretando sustancias relacionadas con un somnífero.

La célula cancerosa adquiere en primer lugar la capacidad de dividirse, luego de desviar las redes de circulación sanguínea y finalmente de penetrar en los vasos sanguíneos para viajar en el organismo.

¿Cómo actuar contra ésta? 

Ya empiezo a comprender. Las mutaciones se producen al azar en los filamentos del ADN, pero nosotros tenemos un cierto control sobre las “herramientas” que están encargadas de repararlos o de destruir las células cancerosas, ¿no es así? Y podemos hacer algo para que el número de mutaciones sea el menor posible.

Exactamente. Los “factores de riesgo” de los que hablábamos antes aumentan el riesgo de cáncer de varias maneras. El humo de cigarrillo, por ejemplo, aumenta drásticamente el número de bolas “oxidativas” que chocan contra las estructuras celulares. Por ello, los antioxidantes son rápidamente desbordados y el número de colisiones aumenta. Y quien dice más colisiones, dice un mayor riesgo de que un gen decisivo sea afectado. Eso no es todo: el tabaco también reduce la calidad del sistema inmunitario disminuyendo especialmente la eficacia de los linfocitos que están encargados de perseguir y destruir las células cancerosas … Lo mismo pasa con la contaminación atmosférica, los pesticidas y las sustancias tóxicas que se pueden manipular en el trabajo … Una alimentación pobre en frutas y verduras no aportará suficientes antioxidantes exógenos, lo que va a aumentar el número de colisiones en los filamentos de ADN y a largo plazo el riesgo de mutaciones.

Con los años, el número de colisiones se acumulan en las células, lo que conduce a pequeños defectos en el funcionamiento de la mayoría de las herramientas, contribuyendo éstos mismos a que haya cada vez más colisiones. Ésta es la razón por la que el riesgo de cáncer aumenta con la edad: los sistemas antioxidantes y las herramientas de reparación son menos eficaces Y cuanto menos eficaces son, más mutaciones hay. Cuantas más mutaciones hay, menos eficaces son éstos... Al final, todo se acelera…

¿Decías que una parte de los cánceres de mama pueden tener un origen genético?

¿Te acuerdas de la patrulla que controla el estado de los libros de la biblioteca (los genes)? ¿Al controlar letra a letra que no haya errores? Pues bien, en aproximadamente 2 mujeres de cada 1.000, la receta que sirve para el funcionamiento de esta patrulla está un poco dañada desde el nacimiento . En lenguaje más técnico, se habla de mutación en los genes BRCA1 y BRCA2. Estas mutaciones no impiden que la patrulla haga su ronda, pero los efectivos son menos eficaces, dejan más errores a su paso.

¡Por esa razón, las mutaciones se acumulan más rápidamente en estas mujeres! El riesgo de cáncer es por tanto mucho más elevado… Pero eso sigue siendo siempre una cuestión de “suerte”: no todas las mujeres portadoras de estas mutaciones genéticas desarrollarán sistemáticamente un día un cáncer de mama. Como te lo decía, ellas simplemente reciben más billetes de lotería que las otras. Las estadísticas lo dicen: de un 40 a un 85 % de estas mujeres tendrán un cáncer de seno antes de los 70 años frente a un 10 % de la población general. Es una predisposición genética . Una desventaja…

Y respecto a la actividad física? ¿El estrés?

Se cree que un buen control del estrés y un nivel de actividad física satisfactorio contribuyen sobre todo a combatir las células cancerosas cuando éstas son jóvenes. La actividad física permite aumentar la rapidez, la eficacia y la atención de los linfocitos. Un sistema inmunitario eficaz puede ser determinante en el momento en que el tumor comienza a convertirse en realmente maligno. En ese momento es cuando debe ser contenido lo más rápidamente posible, antes de adquirir técnicas de camuflaje sofisticadas.

En cuanto al estrés, parece que es algo más complejo. Los últimos trabajos sugieren que éste puede influir negativamente en numerosos aspectos de la lucha contra el cáncer. Por ejemplo, se sabe que el estrés crónico aumenta la secreción de hormonas del estrés, las catecolaminas. Son moléculas que influyen en numerosas funciones del organismo: éstas aceleran el ritmo cardiaco, disminuyen la calidad de la respuesta inmunitaria, activan (de manera temporal) ciertos genes relacionados con la proliferación celular, desactivan ciertos otros relacionados con el suicidio celular (los que dirigen el famoso botón explosivo), aumentan el crecimiento de vasos sanguíneos (lo que puede permitir que ciertos tumores escapen de la asfixia), contribuyen a la inflamación (un fenómeno que aumenta el número de “bolas” oxidativas) …

¡Por tanto quizás no he estado totalmente equivocado respecto a tu amiga! Quizás la pérdida de su marido no ha causado su cáncer, ¿pero sin duda esto lo ha favorecido posteriormente?

Efectivamente, es muy probable. Hay numerosos trabajos que muestran que un estrés importante, un drama psicológico como la pérdida de un ser querido o el hecho de ser abandonado puede contribuir a la aparición de un cáncer, a su no detección o a su progresión.

Hay un 15 %
de mortalidad suplementaria en hombres solteros, mujeres solteras y los divorciados.

¡Además, uno de los primeros trabajos aparecidos sobre este tema era sobre el cáncer de mama! Un cirujano observó en 1893 que de las 250 personas afectadas por un cáncer de mama en el hospital donde él trabajaba, 156 habían vivido un drama especialmente desgarrador en un momento u otro de su vida (1). Pero en realidad, ha habido que esperar los últimos 20 años para probarlo. En 2008, el profesor Chida y su equipo (2) han hecho un repertorio de 165 estudios que demuestran que el estrés aumenta la incidencia del cáncer en las personas de buena salud, otros 330 que demuestran que el estrés disminuye la supervivencia de las personas afectadas por un cáncer y finalmente 53 que demuestran que el estrés aumenta la mortalidad por cáncer. Dos años más tarde, el profesor Pinquart confirmó la psicogénesis del cáncer (3), al evidenciar el impacto de la desesperación en este proceso y también el de la ansiedad.

Ciertos estudios hacen pensar que no es el estrés en sí mismo el que favorece el cáncer, sino nuestra capacidad de controlarlo. Y hay que constatar que, a este respecto, no somos todos iguales. Algunos logran afrontar más fácilmente que otros los acontecimientos estresantes de la vida, resistir la depresión y superar su tristeza …

¿Significa todo esto que el control del estrés sigue siendo importante después del diagnóstico?

Sí, totalmente: ¡Y no es fácil! ¿Te imaginas lo que tu podrías sentir si te diagnosticaran hoy un cáncer? ¡Todas las piezas del rompecabezas se desmoronan! Ya nada tiene sentido, nada tiene importancia. Tú estás de repente paralizado por el estrés y las emociones. En ese momento es muy difícil controlar tu estrés, mostrarse optimista, aunque estos sean dos factores de éxito importantes en la lucha contra el cáncer.

Te pones a reflexionar sin parar, a preguntarte cómo va a acabar esto, ya no logras dormir correctamente … Y cuando estás cansado, todo adquiere proporciones desmesuradas, el estrés se hace entonces todavía más difícil de controlar. Es un círculo terriblemente vicioso. Y terriblemente devastador porque el sueño también desempeña un papel importante en la calidad de la respuesta inmunitaria. Yo creo que es una de las razones por las que la gente recurre a estrategias complementarias. Saben que el control del estrés, la alimentación y el sueño son armas naturales que hay que cuidar durante esta batalla.

¿Tratamientos convencionales, tratamientos complementarios o los dos? 

Las crucíferas, los frutos rojos y la cúrcuma contienen todos moléculas que contribuyen a luchar contra ciertos fenómenos celulares implicados en la carcinogénesis.

Precisamente, ¿es que los tratamientos “convencionales” son tan eficaces como dicen?

Por supuesto. La gente duda cada vez más, porque los medios informan cada vez menos bien. Tú puedes leer un artículo de prensa que dice que tal terapia es milagrosa un día, y descubrir al día siguiente en el mismo periódico que ésta no sirve para nada. Los medios de hoy en día – en todo caso una parte de éstos – necesitan contar historias y atraer a la gente con títulos sensacionalistas. Pero al cabo de un momento, se ve muy bien que numerosos artículos son una chapuza, insuficientemente exhaustivos, sesgados por una visión a corto plazo y corroídos por los conflictos de interés. Entonces, uno empieza a dudar. ¡Los medios como autoridades! Y uno no duda nunca tanto como cuando tiene un cáncer: cuando uno está desesperado, pierde su espíritu crítico, está más fácilmente tentado a creer en soluciones milagrosas. En esos momentos, incluso las personas más racionales del mundo pueden caer en las trampas más burdas, es humano. A veces, es porque están afectadas por la quimioterapia y la radioterapia, y quieren dejar de sufrir. Leer ciertas cosas puede ser reconfortante…

Desgraciadamente, hay otras personas que han comprendido muy bien este fenómeno y que intentan incluso explotarlo haciendo creer que su método es más eficaz que los tratamientos clásicos. Esto es algo que hay que combatir. En 2017, un estudio independiente dirigido por el profesor Johnson ha mostrado que las personas con cánceres no metastásicos que se negaban a recibir los tratamientos clásicos (¡y ellas son cada vez más numerosas!) a favor de cuidados alternativos tenían una probabilidad casi 6 veces mayor de morir que con los primeros.

¿Es terrible! ¿Entonces hay que olvidarse de las medicinas alternativas para combatir el cáncer? ¿de los complementos? ¿de la fitoterapia?

¡En absoluto! El mejor enfoque parece ser la combinación de los tratamientos convencionales con toda práctica susceptible de mejorar la calidad de vida , es decir el control del estrés, el sueño, el ánimo, el sistema inmunitario, la lucha contra el dolor … Las personas que se sienten mejor consigo mismas, combaten el cáncer con más eficacia. Los estudios lo prueban, el personal sanitario lo comprende cada vez mejor, y por tanto cada vez más hospitales integran estos tratamientos “complementarios”. Insisto en la palabra “complementarios” en vez de en la palabra “alternativos”.

¿En qué consisten estos tratamientos convencionales?

El tratamiento más conocido es sin duda la quimioterapia. Son medicamentos que circulan en la sangre y que van dirigidos precisamente a las células cancerosas de la persona para dañarlas. Desestabilizarlas. Pueden ralentizar su crecimiento o incluso detenerlo, pero no hacen el trabajo solos: el organismo debe beneficiarse de su estado de debilidad para “acabar” el trabajo. Desgraciadamente, como sabes, estos medicamentos desestabilizan también otras células como las de la médula ósea, las de la mucosa de la boca, las del aparato digestivo o incluso las de los folículos pilosos. De ahí los conocidos efectos secundarios como la caída del pelo.

En función del tipo de cáncer que tú tengas, de su estadio, de su localización en el cuerpo humano, de tu edad y de tus antecedentes, pueden preferirse otros tratamientos o añadirse a la quimioterapia: la cirugía, la radioterapia, que utiliza la radiación para dañar fuertemente el ADN de las células cancerosas, pero que no es siempre posible porque ésta daña también a las células vecinas, o incluso la hormonoterapia, un método utilizado contra las células cancerosas que se sirven de las hormonas para dividirse mejor (se habla de cáncer hormonodependiente).

Por tanto, a estos tratamientos convencionales hay que añadir todas las técnicas, métodos y estrategias seguras que pueden tener uno u otro de los efectos siguientes:

  • mejorar el sentimiento de bienestar corporal y psicológico;
  • reducir la ansiedad y el estrés;
  • reducir el cansancio y contribuir al adormecimiento;
  • mejorar el apetito;
  • favorecer un sistema inmunitario óptimo;
  • contribuir a luchar contra la inflamación (que es un terreno propicio para el cáncer).

Y la alimentación puede ser uno de esos enfoques, ¿no?

Sí, indudablemente. Pero aquí también hay que desconfiar: hay toda una serie de dietas supuestamente milagrosas que no lo son. El papel de la alimentación en el desarrollo del cáncer es indudable, pero es complejo. Los estudios y la experiencia de los profesionales de la salud nos muestran que no hay alimentos milagro, sino más bien alimentos que favorecen la progresión de las células cancerosas y otros que contribuyen a su destrucción. Es un arma evidente para combatir el cáncer, no es la única, pero sería una pena de privarse de ella.

¿Puedes citarme algunos alimentos que contribuyen a la destrucción de las células cancerosas?

Si hubiera que quedarse con seis, éstos son los que yo escogería:

  1. Los frutos rojos porque todos contienen como mínimo una de las tres moléculas anticancerígenas siguientes: el ácido elágico, las antocianidinas y las proantocianidinas.
  2. Las crucíferas debido a su riqueza en glucosinolatos, y a su capacidad para liberar compuestos anticancerígenos muy potentes: los indoles y los isotiocinatos.
  3. Las aliáceas (ajo, cebolla y puerro) porque contienen compuestos sulfurados anticancerígenos: alicina, tiosulfinato, tiosulfonatos, disulfuros …
  4. El tomate debido a su riqueza en licopeno, un antioxidante carotenoide con propiedades anticancerígenas.
  5. La cúrcuma por su riqueza en curcumina evidentemente. Es una sustancia que ayuda a las células anormales a disolverse (ésta las incita a pulsar el famoso botón explosivo). La biodisponibilidad de la curcumina es baja pero numerosos componentes patentados utilizan técnicas para mejorarla considerablemente.
  6. El té y el cacao porque los dos contienen catequinas antioxidantes capaces de combatir la formación de nuevos vasos sanguíneos alrededor del tumor canceroso.

Numerosos estudios también han mostrado el interés de los omega 3, de la dieta semivegetariana (las frutas y las verduras contienen muchas más moléculas anticancerígenas), de la importancia de cocinar uno mismo, con productos locales y estacionales. ¡Ah ya me olvidaba de la vitamina D! Numerosas asociaciones la recomiendan como prevención a todas las personas en riesgo de cáncer, sobre todo en el invierno y el otoño, porque los rayos de sol son más escasos.

¿Y los alimentos que hay que evitar?

Como prioridad, todos los platos industriales preparados, demasiado azucarados y demasiado salados, los alimentos con un índice glucémico elevado, los alimentos demasiado ricos en omega 6, la carne roja, los alimentos cocinados a alta temperatura, el alcohol … Se dice que estos alimentos crean un medio propicio a la propagación del cáncer.

¿El alcohol? Únicamente los consumos elevados, ¿no?

Los datos más recientes muestran que no. El alcohol es un cancerígeno demostrado sea cual sea el tipo de alcohol y el consumo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), éste es responsable de un 11 % de los cánceres en los hombres y de un 4,5 % de los cánceres en las mujeres, lo que le convierte en la segunda causa evitable de mortalidad por cáncer después del tabaco.

Cuando el alcohol es absorbido por el organismo, es transformado más o menos rápidamente en acetaldehído gracias a dos enzimas. Éste compuesto es el más cancerígeno: multiplica el número de “bolas oxidantes” que chocan contra nuestras estructuras celulares. Se ha creído durante mucho tiempo que ciertos compuestos contenidos en el vino tinto contrarrestaban los efectos nefastos del acetaldehído, pero es posible que esto no sea así. El tema es complejo, y muchos estudios que alaban los méritos del vino están financiados por grupos que tienen un interés en divulgar este tipo de información (los famosos “lobbies”). También hay que decir que el consumo de alcohol está a menudo – pero no siempre – relacionado con su aspecto social y se sabe que reunirse en familia o con amigos es un factor positivo para la salud …

Ya veo. ¿Y cuando hablabas de “dietas supuestamente milagrosas”, pensabas en la dieta cetogénica por ejemplo?

Entre otras. También se puede mencionar la dieta alcalina o el ayuno intermitente. Yo no digo que sean dietas que hay que evitar cuando se tiene cáncer, pero es muy delicado aconsejarlas. Si tú has tenido la mala suerte frecuentar de cerca a una víctima del cáncer, habrás observado sin duda hasta qué punto era difícil comer durante la duración de los tratamientos. En unas semanas, las personas pierden mucho peso. Sus reservas de vitaminas y minerales se agotan, el número de glóbulos rojos de la sangre se desploma, el sistema inmunitario de debilita …

La mayoría del tiempo, la quimioterapia es la causante de esta falta terrible de apetito: las náuseas son intensas, la percepción del gusto se ha modificado (se siente un gusto metálico), hay numerosas aversiones por ciertos alimentos, dificultades para tragar por el daño causado a las mucosas, problemas de reflujo … Es muy probable que si aconsejas a una persona víctima de cáncer que ayune o que elimine sistemáticamente todos los alimentos que contengan glúcidos, vas a agravar esta pérdida de peso. Y acuérdate: para combatir el cáncer, ¡hay que estar en forma!

¡Sin embargo esta dieta ha tenido la garantía de un Premio Nobel!

Sea cual sea la competencia de un autor, incluso si éste ha sido un día Premio Nobel, eso no impide que sea un hombre que puede equivocarse. António Egas Moniz Premio Nobel en 1949 por sus trabajos sobre las psicosis inventó la “lobotomía”, una operación quirúrgica que transformaba a los pacientes en “vegetales” en vez de aliviarlos. Kary Mullis, Premio Nobel de Química en 1993, afirmó durante mucho tiempo que el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) no era la causa del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA). Y desgraciadamente fue escuchado: numerosos pacientes se negaron a recibir los tratamientos convencionales, persuadidos de que les iban a envenenar…

Pero volvamos a la dieta cetogénica: hay que reconocer que la teoría es seductora. En cualquier caso, sobre el papel.

Todo comenzó cuando el biólogo alemán Warburg descubrió que las células cancerosas devoraban cerca de 20 veces más azúcares que las demás células. Fue en el comienzo del siglo XX, no es algo muy reciente. Por otra parte, se ha creado una herramienta para detectar el cáncer a partir de este descubrimiento: el escáner PET (del inglés Positron emisión tomography -tomografía por emisión de positrones). Si en una región del cuerpo se observa un consumo muy elevado de azúcares, probablemente se trata de un cáncer.

Warburg descubrió que las células cancerosas no convierten la energía de la misma manera que las células sanas. Éstas utilizan un procedimiento menos estable a largo plazo, pero mucho más rápido (4). Este procedimiento – que se denomina glucólisis – les permite además recuperar elementos “listos” para reproducir el conjunto de los componentes de la célula: el ADN, las proteínas y los lípidos. Una suerte, ya que éstas deben fabricar una copia entera de su contenido celular lo más rápidamente posible. ¡Todo lo que éstas tienen en su bolsa! Y esto consume mucha energía. ¿Cómo utilizan ellas más azúcares que las otras células? Aumentando el número de transportadores de azúcares que pasan la frontera (la membrana celular) ¡Así de sencillo!

Sí, ¡y por tanto bastaría dejar de consumir alimentos ricos en azúcares para cortarles los víveres!

Éste es efectivamente el principio de la dieta cetogénica. Reducir mucho el consumo de glúcidos para obligar al hígado a fabricar pequeñas moléculas que se denominan “cetonas” o “cuerpos cetónicos”. Es un combustible alternativo a los azúcares utilizables por prácticamente todas las células del organismo. De una forma parecida a como un coche híbrido tiene la capacidad de utilizar alternativamente electricidad o gasolina, nuestras células pueden utilizar el azúcar o las cetonas. Pero resulta que la mayoría de las células cancerosas no aprecian realmente esta alternativa. Como decía, la dieta cetogénica, para la que nuestro cuerpo está perfectamente adaptado – hay que precisarlo – puede por tanto parecer seductora. Desgraciadamente, en la práctica no es muy convincente.

En primer lugar, porque nuestro organismo regula automáticamente el nivel de azúcar en sangre. El azúcar que circula en la sangre no proviene solamente de la alimentación: lo fabrica el organismo a partir de los músculos y de las grasas. El organismo vigila para que el nivel de azúcar en sangre sea siempre estable (es la regulación de la glucemia). Por tanto, las células cancerosas no están realmente privadas de azúcar durante esa dieta.

A continuación, unos investigadores han descubierto recientemente que ciertas células cancerosas (por ejemplo las del tipo de cáncer de pulmón más extendido) son capaces de utilizar un combustible totalmente diferente cuando los azúcares escasean: la glutamina, un aminoácido que se encuentra abundantemente en las fuentes alimenticias de proteínas (¡y que son inevitables en el marco de una dieta cetogénica!). Así pues, también las propias células cancerosas son capaces de adaptarse, y de reprogramar su metabolismo si es necesario (5).

Ah… Sin embargo, hay testimonios que prueban que funciona …

¡Un testimonio no puede “probar” la eficacia de una única medida, con mayor motivo cuando se trata de una enfermedad tan compleja como el cáncer! Si me has seguido, sabrás ahora que la curación de un cáncer no depende jamás de un único factor. De la misma manera que una persona con un estilo de vida irreprochable puede tener cáncer, una persona que adopta una mala alimentación durante el tratamiento de su cáncer también puede curarse. Un ejemplo no constituye jamás una prueba.

Por eso se realizan estudios científicos. Y hay que reconocer que los que se han realizado sobre el tema son muy tímidos … Un metaanálisis aparecido en el Journal of Human Nutrition and Dietetics en 2018 los ha revisado sistemáticamente y el resultado es muy moderado. Unos estudios clínicos sugieren un efecto de la dieta cetogénica ligeramente favorable, otros una ausencia de efecto en el tumor, incluso un efecto nocivo. Respecto al ayuno intermitente, 5 estudios de 9 sugieren una potencialización del efecto de la quimioterapia, pero los otros 4 sugieren más bien una ausencia de efecto, incluso una reducción de la eficacia de la quimioterapia (6).

Pero debemos ser prudentes: es difícil medir la eficacia de una dieta así con tan pocos estudios clínicos. La manera de administrar la dieta varía de un método a otro, el número de personas estudiadas es muy bajo… Digamos por el momento que no nos podemos pronunciar definitivamente. Es muy probable que una disminución drástica del consumo de azúcares, en concreto de azúcares con índice glucémico elevado, contribuya a luchar contra el cáncer. Al igual que es posible que una disminución de la glucemia en personas en situación de hiperglucemia haga lo mismo (7). ¿Pero realmente merece la pena prescindir totalmente de los glúcidos? ¿Confiar todo a un consumo de alimentos grasos y proteínas? No, si uno se fía de los trabajos existentes. Además, es una dieta muy restrictiva, y como te imaginas, no es necesariamente un periodo de vida ideal para imponerse un régimen tan estricto. Y, además, muchas fuentes de glúcidos son muy ricas en antioxidantes, y en moléculas anticancerígenas…

¿Las frutas y las verduras?

Exactamente.

¿Y qué hay de los productos naturales?

Pueden ser útiles. Además, cada vez más profesionales de la salud las incluye en el marco de su terapia. Hay que elegir productos de calidad y tomarlos bajo la supervisión de un profesional, ya que algunos de ellos contienen principios activos que pueden interferir con los tratamientos convencionales. Y acordarse de que éstos no “curan” el cáncer: ayudan al organismo a combatirlo mejor, reduciendo el estrés, optimizando el sistema inmunitario, luchando contra la inflamación, mejorando el bienestar o ayudando a soportar mejor los dolores. Como has visto, eso puede marcar la diferencia. Algunos productos naturales también pueden interponerse en algún momento en los procesos que hemos mencionado.

##VER:artículo,0457,,Un extracto de brotes de brócoli estandarizado en glucosinolatos##

¿Y los dolores? ¿Se tienen también dolores físicos cuando se tiene cáncer?

Los tumores pueden ejercer una presión sobre las regiones adyacentes, comprimir huesos, nervios u órganos. También pueden impedir que circule bien la sangre, bloquear órganos como el colon. Algunos reconocimientos médicos pueden ser dolorosos, al igual que tratamientos como la quimioterapia, la radioterapia o la cirugía (incisión, cicatrices, entumecimientos …). Después de las sesiones de quimioterapia, la mayoría de las personas tienen los síntomas de una gripe fuerte. Es difícil aceptarlo, porque se supone que estos tratamientos deben mejorar tu estado y no empeorarlo. El estado de estrés intenso aumenta la sensibilidad al dolor, todo se hace más difícil y más desagradable. Ésa es también la razón por la que la gente se dirige a terapias como la acupuntura, los masajes, la meditación o las técnicas de visualización (o imaginación guiada).

¿Qué pasa exactamente cuando las cosas salen mal? ¿Cómo acaba matando el tumor?

Uno no muere directamente de la proliferación de células cancerosas. Éstas no atacan repentinamente a las demás células sanas, pero como invaden progresivamente el organismo, acaban por estorbar a los órganos vitales que ya no pueden cumplir su función.

Si se escapan unas células cancerosas de su hogar inicial para ir a alojarse en el pulmón – esto se denomina metástasis – éstas se hacen mucho más peligrosas porque van a impedir que los pulmones capten el aire correctamente y podrías acabar muriendo de asfixia. Si esas mismas células aterrizan en el hígado, perturban las funciones de limpieza, lo que envenena progresivamente la sangre y puede conducir a un coma hepático. Pero si el tumor está localizado en un órgano que no es vital como la mama, es raro que provoque la muerte. ¡Mientras el tumor no se pasee en el organismo, todo es posible! Hay que darse prisa, ya que potencialmente, todas las células cancerosas acaban por tener “ganas de ir a otra parte” …

¿Qué consejo podría dar yo a mi amiga sin bombardearla con información?

El simple hecho de verla regularmente ya va a ayudarla mucho. El aislamiento social es muy nefasto en la lucha contra el cáncer: incluso si no siempre sabes qué decirle, le agradará estar apoyada, saber que tu piensas en ella.

Puedes discretamente procurar que ella conserve su espíritu crítico y que no crea en todo lo que oye o todo lo que lee sin discutir con los profesionales de la salud que se ocupan de ella, las asociaciones especializadas... Cuando más comprende ella lo que le pasa, mejores decisiones tomará durante su lucha. Es importante tomar decisiones informadas lo más rápido posible.

A modo de resumen, ¿podrías intentar formular una hipótesis sobre la manera en que ha podido aparecer su cáncer y cómo ha podido desarrollarse?

Se pueden formular muchas hipótesis. Aquí tienes una que podría ser plausible. Tu amiga ha podido ser víctima de varias mutaciones críticas hace más de 10 años, sin duda por mala suerte, puede que también haya sido por efecto de un estrés particular en ese momento, puede que ella tuviera ya una predisposición genética a padecer esta mutación. No lo sabremos nunca. Esta célula ha comenzado a dividirse lentamente, produciendo progresivamente un tumor muy pequeño. Privado de alimento, éste puede haber permanecido escondido sin desarrollarse más, debido a que ella tenía una vida emocional estable y un estilo de vida saludable. Y después, tras una o varias mutaciones fortuitas, el tumor puede haber desviado vasos sanguíneos para su beneficio, e incluso haberse camuflado para evitar ser detectado por su sistema inmunitario. Y quizás en el momento en que tu amiga ha vivido el momento dramático que has mencionado, el tumor ha aprovechado para adquirir la más peligrosa de las armas: la capacidad de desplazarse en los vasos sanguíneos y de explorar otros lugares del cuerpo. El crecimiento de un cáncer no es lineal, regular: acuérdate de que para hacerse agresivo y peligroso para el organismo, éste debe adquirir de manera sucesiva varias estrategias “malignas”.


¿Se sigue planteando usted siempre preguntas sobre el cáncer? ¿Desearía hacérnoslas? Envíenos un correo a la dirección contact@supersmart especificando en el asunto “Conversación sobre el cáncer” o hágala directamente en los comentarios: podríamos incluir su pregunta en el artículo durante su próxima actualización.

Referencias

  1. Snow H. Cancer and the cancer process. London, Churchill, 1893, pp 33-34.
  2. Chida Y, Hamer M, Wardle J, Steptoe A. Do stress-related psychosocial factors contribute to cancer incidence and survival? Nat Clin Pract Oncol. 2008 Aug;5(8):466-75. doi: 10.1038/ncponc1134. Epub 2008 May 20.
  3. Pinquart M, Duberstein PR. Depression and cancer mortality: a meta-analysis. Psychol Med. 2010 Nov;40(11):1797-810. doi: 10.1017/S0033291709992285. Epub 2010 Jan 20.
  4. Malthièry, Y., & Savagner, F. (2006). Métabolisme énergétique de la cellule cancéreuse : exemple des tumeurs endocrines riches en mitochondries. Annales d’Endocrinologie, 67(3), 205–213. doi:10.1016/s0003-4266(06)72588-4
  5. Vincent E, Alexey Sergushichev, et al. Mitochondrial Phosphoenolpyruvate Carboxykinase Regulates Metabolic Adaptation and Enables Glucose-Independent Tumor Growth, DOI:https://doi.org/10.1016/j.molcel.2015.08.013.
  6. Rapport « Jeûne, régimes restrictifs et cancer : revue systématique des données scientifiques et analyse socio-anthropologique sur la place du jeûne en France ». NACRe 2017
  7. Foretz M, Viollet B. Les nouvelles promesses de la metformine : vers une meilleure compréhension de ses mécanismes d’action. Med Sci (Paris) 2013 ; 29 (sous presse)

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