Comencemos con una rápida vista de conjunto de la restricción calórica: las pistas alentadoras de la investigación, su puesta en práctica y las moléculas que reproducen sus efectos.
En primer lugar recordemos que esta práctica consiste en disminuir la cantidad diaria de alimentos. Se trata de reducir como mínimo un 15 % su ingesta diaria de alimentos . La restricción debe ir acompañada de la toma de complementos, para evitar cualquier riesgo de carencia.
Las consecuencias de la restricción calórica han sido constatadas desde el siglo dieciséis. El aristócrata Luigi Cornaro fue el primero en mencionarlo en su obra “Sobre la sobriedad”. Este hombre, alertado por una salud deficiente relacionada con su decadente estilo de vida, había adoptado una alimentación casi ascética. Esta restricción calórica, según él, había prolongado considerablemente la duración de su vida, y en efecto vivió hasta los 98 años. (1) La ciencia ha tardado en interesarse en los procesos en juego, pero ha acabado por dar razón al aristócrata.
La investigación en animales, especialmente roedores y primates, ha mostrado que la restricción calórica activa los genes codificando enzimas específicas: las sirtuínas.
Éstas tienen efectos múltiples en el organismo:
Por lo tanto, las sirtuínas actúan a varios niveles para ralentizar el envejecimiento prematuro, ralentizando el metabolismo y protegiendo las funciones esenciales de la vida . (2)
Por otra parte, la restricción calórica también posiblemente hace al organismo más sensible a la hormona pancréatica, limitando la diabetes, y posiblemente favorece el derretimiento de las grasas acumuladas. Por tanto, ésta posiblemente juega un papel protector para el sistema cardiovascular, pero también para el sistema nervioso. Finalmente, unos investigadores han mostrado que la restricción calórica y los mecanismos que ésta pone en juego son pistas muy prometedoras en la lucha contra el desarrollo del cáncer. (3)
Desde el punto de vista de los seres humanos, se puede observar el ejemplo de los habitantes de Okinawa, en Japón. Éstos siguen un régimen restrictivo, y su excepcional esperanza de vida es especialmente alentadora. La restricción calórica también puede tomar la forma del conocido desayuno intermitente. Este procedimiento es una manera más suave de reducir la ingesta alimenticia, y también ha demostrado su eficacia desde el punto de vista de la pérdida de peso.
Para poner en práctica el ayuno intermitente, no hay que comer nada durante dieciséis horas. A menudo se aprovecha el espacio entre una cena temprana y la comida, saltándose el desayuno. También es posible pasarse sin la cena o sin la comida, en función del ritmo propio de cada uno. Asimismo, se pueden practicar otras formas de ayuno, como el régimen 5:2. En este caso se trata de reducir su ingesta alimenticia en un 25 % durante 2 días cada semana, y comer normalmente los 5 días restantes.
Los estudios comienzan a mostrar que los ayunos intermitentes posiblemente tienen efectos análogos a los de la restricción calórica, especialmente en lo relacionado con las sirtuínas. (4) Estos métodos seguros (cuando se aplican correctamente) pueden permitir dar un paso hacia la restricción calórica.
La restricción calórica puede parecer especialmente restrictiva, en la vida diaria y a largo plazo. ¡Que no cunda el pánico: el avance de la investigación ha permitido identificar ciertas moléculas que imitan sus efectos! (5) Entre éstos, se encuentran:
¡La restricción calórica y las moléculas que intentan reproducir sus efectos: pistas prometedoras para una longevidad máxima!
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