La gripe es una enfermedad respiratoria contagiosa transmitida por los virus Influenza. Generalmente benigna, se manifiesta por una fiebre alta que supera los 38,5 °C, una tos seca, dolores de cabeza, dolores musculares y un cansancio intenso (1-2).
No obstante, en personas frágiles como los lactantes, los adultos mayores de 65 años o las personas inmunodeprimidas, puede tener complicaciones graves (insuficiencia pulmonar, exacerbación de la bronquitis, descompensación del asma) (3).
Su periodo de incubación es de 1 a 3 días. El periodo de contagio comienza 1 día antes de los primeros síntomas y puede durar hasta 1 semana. Se transmite a través de gotitas (proyecciones salivares, secreciones nasales…) pero también de forma indirecta por las superficies en contacto con las manos (4).
La epidemia de gripe suele empezar en invierno debido a la conjunción de 3 factores: el hacinamiento fomentado por la reunión en espacios cerrados, sequedad de la mucosa nasal que favorece la penetración del virus y una mayor resistencia de la cepa vírica al frío (5).
La gripe se cura espontáneamente en la mayoría de los casos. De hecho, el tratamiento va dirigido únicamente a aliviar los diversos síntomas. Se basa en una buena hidratación, así como en la toma de analgésicos y de medicamentos contra la fiebre y la tos. Para las personas más vulnerables, se pueden prescribir antivirales para limitar las formas graves (6).
Aparecido por primera vez en diciembre de 2019 en la provincia china de Wuhan, el COVID-19 (de COronaVIrus Disease 2019) es una enfermedad respiratoria vírica transmitida por el coronavirus SARS-CoV-2 (7).
Sus síntomas tienen la particularidad de presentar una gran heterogeneidad (8). Aunque algunas personas son asintomáticas, otras presentan los signos clásicos de una infección respiratoria, como fiebre o tos, asociados o no a mialgias, cefaleas, dolor de garganta o a una congestión nasal. En este caso es especialmente difícil de diferenciarlo de la gripe.
No obstante, algunas manifestaciones características son más sugestivas de contaminación por COVID. La pérdida del gusto (ageusia) o del olfato (anosmia) son, en particular, signos discriminatorios (9). También se han registrado trastornos digestivos (náuseas, vómitos, diarrea…) o anomalías dermatológicas (rojeces, erupciones cutáneas, sabañones…) (10).
En las formas graves, que suelen desarrollarse en la segunda semana de la infección, la afectación de las vías pulmonares puede asociarse a un síndrome de hiperinflamación, causando dificultad respiratoria (disnea) y desaturación de oxígeno que justifican hospitalización (11).
El COVID-19 también tiene un periodo de incubación más largo que la gripe (de 5 a 8 días) y una fase de contagio que empieza 2 o 3 días antes de los primeros signos clínicos (12). La transmisión disminuye progresivamente hasta el 7º día de síntomas, y puede prolongarse excepcionalmente hasta el día 14.
Se transmite de la misma forma que la gripe, es decir, por gotitas al toser o estornudar, a través de partículas transportadas por el aire o por contacto con superficies contaminadas. Esto explica la aplicación de medidas de barrera (uso de mascarilla, distanciamiento social, lavado de manos con gel hidroalcohólico…)
Para las formas benignas o moderadas, no hay ningún tratamiento recomendado. No obstante, puede considerarse tomar paracetamol en caso de fiebre elevada. En cambio, los antiinflamatorios no esteroideos (como el ibuprofeno) siguen estando desaconsejados, para no disminuir la respuesta inmunitaria. Desde febrero de 2022, un tratamiento antivírico (Paxlovid®) puede dispensarse por prescripción facultativa a personas en riesgo grave (13).
La bronquiolitis es una afección respiratoria vírica que afecta a los bronquiolos (bronquios pequeños). Suele estar causada por una infección por VRS (virus respiratorio sincitial) (14).
La mayoría de las veces benigna, esta enfermedad afecta abrumadoramente a los lactantes de menos de 2 años durante el periodo invernal. Suele comenzar con un simple resfriado y una ligera tos. La tos se agrava con el paso de los días antes de mejorar gradualmente. Puede ir acompañada de sibilancias o dificultad para respirar, incluso de fiebre. A veces el niño(a) tiene dificultades para dormir o para alimentarse (15).
El virus también puede afectar a niños más mayores y a adultos sin causar síntomas, o como mucho un ligero resfriado. Sin embargo, es muy contagioso y circula silenciosamente entre la población. . Se transmite muy fácilmente por la saliva, la tos y los estornudos, y también permanece en las manos y los objetos (chupete, doudou o mantita de apego, juguetes…).
No obstante, algunas medidas específicas para los padres pueden prevenir la enfermedad (16):
Afortunadamente, esta afección generalmente se resuelve espontáneamente al cabo de 5 a 10 días. No obstante, la tos puede persistir durante un periodo de 2 a 4 semanas. El tratamiento consiste esencialmente en limpiar regularmente las fosas nasales y fraccionar la ingesta de alimentos.
El tratamiento hospitalario no es sistemático. Se justifica especialmente en caso de empeoramiento de los síntomas, en bebés menores de 6 meses, prematuros o que padezcan una enfermedad respiratoria o cardiaca.
Para limitar la propagación de los virus invernales y/o protegerse de ellos, adopte estos buenos hábitos:
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