Desde hace 60 años, las autoridades sanitarias occidentales recomiendan reducir el consumo de ácidos grasos saturados. Pero, ¿qué dice la ciencia actualmente sobre sus efectos reales sobre la salud?
Los ácidos grasos forman parte de la familia de los lípidos. Más concretamente, los ácidos grasos son moléculas formadas por una cadena de átomos de carbono unidos a átomos de hidrógeno, terminada por un grupo ácido de la forma COOH.
Químicamente, pues, se dice que un ácido graso es saturado si sus átomos de carbono ya están unidos al máximo número posible de átomos de hidrógeno. Están saturados de hidrógeno (1).
Esta es la diferencia entre un ácido graso saturado y un ácido graso insaturado: que no está saturado de hidrógeno debido a la presencia de dobles enlaces carbono-carbono en su estructura.
Los ácidos grasos que solo tienen un doble enlace carbono-carbono son por tanto monoinsaturados; Los ácidos grasos con más de uno se denominan poliinsaturados.
Aunque no son considerados esenciales, porque el organismo los puede sintetizar, los ácidos grasos saturados son necesarios para nuestro organismo y están muy presentes, en su estado natural, en muchos alimentos (2).
Por ejemplo, están presentes en pequeñas cantidades en el aceite de girasol o de oliva (aproximadamente de un 10% a un 13%). También constituyen casi todos los ácidos grasos del aceite de coco.
Pero es principalmente en los productos animales, a través de lagrasa animal, donde se encuentran los ácidos grasos saturados. Así, los ácidos grasos saturados representan entre el 20% y el 35% de los lípidos enel pescado y en la carne de ave, y entre el 30 % y el 45 % de los lípidos en la carne de cerdo y de vacuno. Por ejemplo, se sabe que la manteca de cerdo, obtenida a partir de la grasa de cerdo fundida, contiene una elevada proporción de grasas saturadas.
Los productos lácteos (mantequilla, queso, etc.) contienen entre un 60% y un 65% de ácidos grasos saturados. Y por una buena razón: la leche de vaca (como la leche materna humana) contiene una gran proporción de ácidos grasos saturados (3).
Para su información, los ácidos grasos insaturados se encuentran principalmente en las semillas oleaginosas y frutos de cáscara (nueces, cacahuetes, sésamo, etc.), la soja, los aceites vegetales distintos del aceite de coco y de palma, así como el pescado azul (salmón, sardina, caballa, etc.) (4).
Para beneficiarse de sus efectos beneficiosos sobre el organismo, muchos consumidores recurren también a fuentes ricas en ácidos grasos omega 3, como el aceite de Calanus, el tesoro nutricional el Ártico, rico en EPA y DHA que contribuyen al funcionamiento normal del corazón. El aceite de semillas de calabaza, por su parte, es rico en ácidos grasos poliinsaturados tales como el ácido oleico y el ácido linoleico.
Desde los años 60, numerosos estudios han demostrado una correlación entre el consumo de ácidos grasos saturados y el aumento del colesterol, especialmente el LDL, también llamado “colesterol malo” (5-6).
Pues bien, ya se ha demostrado ampliamente que el aumento de la proporción de LDL en el nivel global de colesterol, incluyendo por tanto el HDL, favorece la aparición de enfermedades cardiovasculares (7).
Sin embargo, cabe señalar que este punto sigue siendo controvertido. Otros estudios sugieren que los ácidos grasos saturados aumentan los niveles de LDL, pero también los de HDL.. Por lo tanto, la relación LDL/colesterol no cambiaría y, en consecuencia, los ácidos grasos serían seguros (8).
Además, parece ser que los ácidos grasos saturados aumentan las LDL, pero en forma de moléculas grandes, que no se correlacionan con un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular. Así, por el contrario, ¡se sabe que el chocolate negro, rico en ácidos grasos saturados, es bueno para la salud cardiovascular (9)!
No obstante, cuidado: no hay ningún incentivo para comer muchas grasas saturadas. Los alimentos ricos en grasas saturadas son más calóricos, parece ser que favorecen el sobrepeso, que es efectivamente un factor de riesgo para la salud cardiovascular. ¡De ahí la importancia de mantener un buen equilibrio en su consumo de materias grasas! Después de todo, se ha demostrado que las dietas mediterránea y asiática funcionan.
Aún son necesarios más estudios para verificar las distintas hipótesis mencionadas. También hay que tener en cuenta que, para luchar contra el colesterol y favorecer la salud cardiovascular,el ajo negro es conocido por ser un remedio natural eficaz (que puede encontrar en el complemento Organic ABG10+, estandarizado a un 0,1% de S-alilcisteína, el principio activo del ajo negro). Algunas personas aprecian también la vitamina B5 (especialmente en su forma patentada Pantethine) o sustitutos de las estatinas (como Sytrinol).
En cambio, varios estudios han demostrado repetidamente que el consumo de ácidos grasos saturados tiene un efecto inmediato sobre la capacidad de concentración, el tiempo de reacción y el sistema mesocorticolímbico (10-11).
Así, las dietas ricas en ácidos grasos saturados no sólo perjudican las capacidades cognitivas, sino que, lo que es más importante, atenúan considerablemente la función mesocorticolímbico , lo que hace que el cerebro compense esta condición, reforzando el comportamiento de búsqueda de recompensas. Los investigadores concluyen que las dietas ricas en ácidos grasos saturados alteran los circuitos cerebrales estrechamente relacionados con los trastornos del estado de ánimo, el abuso de sustancias y los atracones.
Por lo tanto, no es exactamente por las razones que se han dado en los últimos 60 años por lo que deberíamos evitar el consumo de ácidos grasos saturados, sino sobre todo para cuidar su cerebro y su estado de ánimo.
Además de vigilar su dieta, también puede recurrir a complementos dedicados a la salud y al rendimiento cognitivo (como Neurex y Smart Pills).
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